Soy bogotana, ciudadana de una megaurbe tropical de montaña. Durante quince años he liderado con gran pasión a un grupo de enamorados y estudiosos de los cerros de la Sabana. En este momento crucial y de emergencia, resulta asombroso observar cómo los cerros se han convertido en protagonistas, atrayendo la atención de todos y generando una extraordinaria fuerza ciudadana comprometida con el apoyo en su recuperación. Aunque emocionante, esta situación también es triste, ya que nace de una emergencia.
Frente a las numerosas preguntas sobre cómo actuar, hemos procurado convertirnos en un puente que sirva de apoyo para canalizar la energía ciudadana hacia las personas que con valentía enfrentan la fuerza del fuego, al tiempo que abogamos por considerar acciones a corto, mediano y largo plazo para el cuidado postraumático de las heridas que las llamas han causado a los cerros, así como para abordar de forma constructiva el dolor y las preocupaciones que movilizan a la ciudadanía.
Según lo que hemos aprendido de los expertos, es imperativo no subestimar la fuerza regenerativa de la naturaleza y observarla con mesura, sin pretensiones de ser los salvadores de una vida que por sí misma se regenera. Como bien señala Mateo Hernández, la capacidad regenerativa del Páramo permanece bajo tierra y emergerá, incluyendo tanto a las especies nativas como a las invasoras y no nativas. Abogamos por ser observadores silenciosos en esos lugares afectados para que se pueda determinar con prudencia dónde y cómo actuar.Algunas acciones inmediatas en los alrededores no afectados incluirán la restauración, la garantía de refugios de fauna y la priorización de intervenciones planificadas. Además, proponemos acciones en áreas no quemadas o afectadas, tales como voluntariados para eliminar rebrotes de eucaliptos, recoger vidrios, reducir el consumo de agua y contribuir a la regeneración del suelo. Es esencial reconocer que las especies pirófilas no nativas tienen mecanismos más fuertes para sobrevivir al fuego, y será necesario controlar sus rebrotes.En relación con la vegetación de alta montaña, como lo señala Patricia Velasco, las especies nativas presentan desventajas en la regeneración frente a las no nativas. Proponemos multiplicar la creación de viveros comunitarios de especies nativas de los cerros, siguiendo una acción que nosotros emprendimos de tiempo atrás con la creación del «Vivero ciudadano más biodiverso», conformado por ochenta especies nativas de cerros (no nativas de Bogotá) con la meta a largo plazo de alcanzar las cuatrocientas especies, incluyendo no solamente árboles, sino bejucos y rastreras.
Desaconsejamos, así mismo, transitar por las áreas afectadas o sobre el páramo quemado para evitar un aumento exponencial del daño. Nuestra recomendación es esperar al menos de seis meses a un año para poder observar la regeneración. Esto no implica descuidar el resto de los cerros; es simplemente un llamado a la alcaldía para que incluya la restauración de los cerros en su Plan de Desarrollo, y que las acciones se vean reflejadas con una visión integrada en programas que contengan las iniciativas ciudadanas y comunitarias y el cumplimiento del fallo emitido en 2013 por el Consejo de Estado. También hacemos un llamado a la CAR para facilitar tanto los procesos de restauración y los permisos de reemplazo paulatino de pinos, eucaliptos y acacias, así como para implementar, en sinergia con la ciudadanía, los numerosos protocolos al respecto que están aún en el papel.
Como ciudadanos informados y comprometidos con nuestros cerros, continuamos con nuestra «Cátedra Cerros Bogotá», una suerte de aula de la montaña, que hemos realizado todos los viernes desde hace nueve años. Los invitamos a asistir y también a sumarse a los voluntariados de los sábados para hacer compostaje y contribuir a la regeneración del suelo y la eliminación de rebrotes de especies no nativas.
Instamos a que este empoderamiento ciudadano reciba el respaldo de la academia y los recursos empresariales, y que trabajemos articuladamente con las instituciones para que los cerros sigan siendo el centro de atención de manera permanente, no solo en situaciones de emergencia, ya que son la vida y el patrimonio cultural de Bogotá y de su región. Los cerros nos tutelan y son nuestra familia, no podemos olvidarlos.